Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

EL ZAPATISMO ANTE LA FILOSOFÍA Y ANTE LA HISTORIA

Otilio E. Montaño


José Valero Silva

Presentación

La Revolución Mexicana tiene interés interno e internacional. Fuera de nuestras fronteras hay una verdadera preocupación por conocer, concretamente, la historia de nuestra Revolución iniciada en 1910. Muchas de sus consecuencias se reflejan con claridad en el México de hoy.

En nuestra historia contemporánea, Emiliano Zapata y el zapatismo son temas que constituyen objetos de estudio. Ello nos impulsa a publicar documentos de máximo interés para la revolución del sur, cuya esencia fue el problema agrario, que trató de resolverse con el Plan de Ayala (28 de noviembre de 1911). Este documento se publica con el carácter de rarísimo.

Tiene sentido decir que los aspectos básicos del Plan de Ayala fueron intuidos y expresados por Emiliano Zapata cuando Madero le exigió su incondicional rendición, y después que tuvo lugar un ataque a la Villa de Ayala. Zapata, decepcionado, pensó en un plan revolucionario con las ideas que defendía. Debe constar que fue con el general-intelectual profesor Otilio Edmundo Montaño, con quien discutió y comentó su plan; y también que Montaño dio forma y estilo al torrente de peticiones "justas" de Zapata. Más tarde, en San Pablo Oxtotepec (19 de junio de 1914), Otilio E. Montaño hacía suya la rectificación del Plan de Ayala, por la cual el asunto agrario pasó a ser materia constitucional, y se sustituía a Pascual Orozco Jr. por Emiliano Zapata como jefe de la Revolución.

Otilio E. Montaño, originario de la Villa de Ayala, había sido el director de la escuela del lugar; después fue promovido al pueblo de Yautepec, pero en vez de aceptar el ascenso, se unió a Emiliano Zapata para luchar por la causa de Francisco I. Madero.

El general Gildardo Magaña,[ 1 ] heredero de la jefatura del zapatismo por votación a la muerte del general Zapata, en su famosa obra Emiliano Zapata y el agrarismo en México[ 2 ] nos hace este comentario: "Acompañaban de modo inseparable al general Zapata, los señores Otilio E. Montaño y Enrique Villa, conocido por el mote cariñoso de El Güero Villa".[ 3 ] Otilio E. Montaño no sólo redactó el Plan de Ayala, jurado en la serranía de Ayoxutla, sino que también es el autor de muchas cartas, escritos y documentos del general Zapata. El estilo literario nos acusa su mismo origen. Es interesante llamar la atención sobre el hecho de que el nombre de Montaño casi siempre aparece escrito inmediatamente antes o inmediatamente después del de Emiliano o del de Eufemio Zapata. Montaño era el portavoz, y sólo eso, del general Emiliano Zapata; por ejemplo lo fue en la entrevista telefónica Madero-Zapata. Ésta puede ser una razón que quizá tomó en cuenta Francisco I. Madero para reconocerle a Montaño sus servicios prestados a la Revolución (22 de agosto de 1911).

Como el objeto de estas líneas es sólo presentar los documentos arriba citados, se quedan en el tintero muchas cosas relativas a Otilio E. Montaño. Sin embargo, es justo enriquecer esta breve noticia y consignar que este general fue designado "embajador" de Zapata ante Francisco Villa, Francisco Vázquez Gómez y Venustiano Carranza, para unificar la Revolución y para adquirir elementos de guerra: no cumplió con este encargo por las penurias del zapatismo. Tampoco pudo servir como embajador, por enfermedad, ante la Convención de Aguascalientes. Pero en cambio, con esta personalidad, tuvo éxito en el estado de Guerrero ante el agrarista Julián Blanco, pues logró adherirlo al zapatismo. Al respecto el general Gildardo Magaña[ 4 ] comenta: "El general Montaño cumplió con exactitud y habilidad su cometido". Cuando se ventiló el proceso de Pascual Orozco Sr., Otilio E. Montaño fungió como juez instructor, y como acusador el coronel Manuel Palafox.

Otilio E. Montaño tiene más significación en la revolución del sur por su participación en los hechos de pensar, razonar y redactar por y para el zapatismo, que en los asuntos de armas. Zapata retenía a Montaño con frecuencia con el objeto de discutir y resolver sus problemas "intelectuales". Montaño fue algo así como el escudo intelectual de Zapata, pero con la aclaración de que ese escudo sólo se movía con el brazo, con el acuerdo y con el parecer de Zapata.

A Otilio E. Montaño siempre le preocupó encontrar y mostrar la verdad de su causa. En uno de sus manifiestos (Milpa Alta, 14 de agosto de 1914) dijo dentro del tema que trataba: "Es ya hora de que el país sepa la verdad; toda la verdad". Por tanto, lo interesante de nuestro primer documento, que quizá Zapata sólo medio entendió, pero que se supone que debió aprobar, es que en él Montaño se esmera por mostrar al mundo la esencia del zapatismo, la verdad de la lucha agraria. Pero lo hace por su cuenta, en forma abstracta, teórica y un poco alejado del realismo y del pragmatismo que son característicos en sus otros documentos. Para establecer un contraste y por subrayar lo relativo al mismo estilo literario, ingenuo, sincero y de buena fe, así como la forma, vale la pena transcribir unos trozos de dos documentos:

Primer documento[ 5 ]

Los que suscriben en nombre de la Junta Revolucionaria del Estado de Morelos, teniendo en consideración que ha presentado sus títulos correspondientes a tierras del pueblo de Ixcamilpa, y habiendo solicitado entrar en posesión de las mencionadas tierras que les han sido usurpadas por la fuerza bruta de los caciques, hemos tenido a bien ordenar conforme al Plan de Ayala, que entren en posesión de tierras, montes y aguas que les pertenecen y les han pertenecido desde tiempo virreinal y que consta en títulos legítimos del tiempo virreinal de Nueva España, hoy México. Se servirán desde luego los vecinos del pueblo ya referido poner los linderos hasta donde linde el mapa respectivo, pudiendo explotar, labrar, sembrar o cualquiera otra cosa para obtener el fruto de sus mencionadas tierras.

Libertad, Justicia y Ley
Campamento Revolucionario
Abril, 30 de 1912

El general Eufemio Zapata
El general Otilio E. Montaño

Segundo documento[ 6 ]

Publicado en El Diario del Hogar, que dirigía el valiente periodista don Paulino Martínez, estaba dirigido al general Félix Díaz y decía: "El gobierno del general Huerta que acaba de constituirse con el apoyo de la defección del Ejército, no puede en manera alguna representar la legalidad de la Revolución general del país". Acaba de hundirse una dictadura y sobre las cenizas de ella se levanta otra"; "nosotros no podemos conformarnos con el triste resurgimiento de un gobierno cobijado en el negror de los pliegues de una traición; y por tal circunstancia, la Junta Revolucionaria que dirige los movimientos del Sur y Centro de la República protesta contra la imposición del gobierno ilegal del general Huerta, por no estar de acuerdo con las bases establecidas en el Plan de Ayala".

Al dirigir a usted la presente nota, no nos guía otro fin que el de laborar por el bien de la patria y no por el bienestar de un grupo o de una personalidad, pues nuestras convicciones no tienen credo personalista, y nos causa profunda decepción observar que nuestros revolucionarios en México, después de la Reforma y el Imperio, no han tenido otro objeto que conquistar la presidencia de la República para determinada personalidad; no han tenido otro fin que servirse de la sangre del pueblo para llegar al poder y no se ha conseguido otra cosa que hacer descender a un déspota para cambiarlo por otro, hacer descender a un tirano para cambiarlo por otro, hacer descender a un tirano para cambiar de tirano, amo, dueño y señor. Si usted se aleja de aquel viejo molde de las dictaduras y se inspira en el más puro patriotismo, haciendo a un lado a los traidores de las instituciones, escuchando la voz de la Revolución, que es la voz del pueblo, entonces habrá conquistado la estimación y aplauso de sus compatriotas [...]

Reflexione usted: ahora más que nunca debe contribuir a la reforma política y agraria que hemos proclamado desde 1910, y que no descansaremos hasta obtenerla aun cuando para ello se necesiten mayores sacrificios. Estamos dispuestos a luchar sin tregua ni descanso hasta conseguir la verdadera redención del pueblo mexicano. Si usted tiene en cuenta las aspiraciones e ideales de la Revolución, debe unirse a ella para cimentar con fuerzas vivas y conscientes el verdadero gobierno que merezca el nombre de legalmente constituido, pues de otra manera no hará otra cosa que prolongar una era de sacrificios y de sangre para México. Esperamos de su patriotismo que así lo hará y le protestamos nuestra atención y respeto.

Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Campamento revolucionario en Morelos, marzo de 1913.

El General en Jefe del Ejército del Sur y Centro, EMILIANO ZAPATA
General Otilio E. Montaño

El zapatismo, ante la filosofía y ante la historia, del 21 de julio de 1913, que calza el lema zapatista de Reforma, Libertad, Justicia y Ley, sólo está firmado por el general Otilio E. Montaño. Este manifiesto al mundo, muy interesante, pertenece al fondo documental del Archivo del General Emiliano Zapata, que el señor general Octavio Magaña donó a nuestra universidad en el año de 1962. Aquí se esfuerza Otilio E. Montaño, con todas sus posibilidades intelectuales e influencias formativas, por exponer lo más sesudamente posible y con exactitud (?) qué significaba el zapatismo. También intenta darnos luces auxiliándose de la sociología, aunque en su intento confunde el derecho de gentes con el natural; cita a Cicerón; muestra que recibió influencias de socialistas franceses y escritores rusos; censura la dictadura de Porfirio Díaz; trata de justificar la actitud revolucionaria de Zapata frente a Madero; explica los alcances del "zapatismo" y persiste en él la preocupación de la "verdad por la verdad y sólo para la verdad". Nos dice Montaño que "desde el jefe principal hasta el último de los soldados" no recibían "sueldo ni emolumentos de ninguna clase"; nos hace comparaciones entre los llamados abusos del zapatismo y los desmanes de las fuerzas del gobierno, y subraya dos de los grandes problemas del pueblo mexicano: el agrario y el de la unificación obrera. Concluye su trabajo diciéndonos que la revolución del sur y centro no cesará hasta plasmar sus ideales en beneficio de los mexicanos.

Es fácil creer que Otilio E. Montaño, que más tarde fuera fusilado por órdenes de Emiliano Zapata cuando quiso dejar a la revolución del sur, deseó con sinceridad que se conociera ampliamente su documento; puede aventurarse que para él habría sido un ideal que lo leyeran las gentes letradas y las nuevas generaciones de su país. De modo que estas razones, el interés que en sí tiene nuestro documento, lo desconocido del mismo y la justicia que se le hace a Otilio E. Montaño justifican con mucho nuestra publicación.

El zapatismo ante la filosofía y ante la historia

La armonía que nos presentan las leyes, a que la naturaleza está sometida; nos absorta; y, demanda, de parte del "hombre", un estudio prolijo y concienzudo, para darse cuenta de la significación que él mismo tiene en las relaciones que ofrece el vastísimo campo de la sociología, con los demás fenómenos naturales. Por tales razones; así como las conmociones telúricas (cuyos fenómenos son del dominio de la sismología); sirven a la Tierra, para la expulsión de materias gaseosas, que, tendiendo a buscar su equilibrio, la sacuden desde sus entrañas hasta su superficie; así, las conmociones de carácter evolutivo, en la "sociedad humana", le imprimen sacudimientos, de necesaria significación, que la limpian de los elementos dañados, buscando nivelarla, para dejarla en aptitud de procurar el bienestar de todos sus miembros. He aquí, de manifiesto, las leyes de la armonía, de la naturaleza, en acción constante; presentando a la mirada atrevida e investigadora del "hombre", amplio, y vastísimo campo de estudio, de las distintas, variadísimas ramas, de que se compone la "CIENCIA".

Las sociedades, todas, de la Tierra, tienen, para su régimen interior, determinado conjunto de "leyes", las que, como fruto de deliberadas, juiciosas y prudentes consideraciones, son las que se adoptan para vivir en paz y tranquilamente, llenando lo que exige el "derecho de gentes", el " derecho natural " en cuanto al caso de: formar un "gobierno"; necesidad indispensable para toda colectividad humana.

De todos las formas de "gobierno", la sana razón indica y aconseja que la del "republicano democrático" es la que más está en " pendant" con la naturaleza humana; puesto que descansa sobre la inestimable, indestructible base de la "libertad del hombre". ¡Con mucho acierto, exclamaba Cicerón, diciendo: "Dios, no ha creado esclavos; ha creado, hombres, libres. Así como es libre el hombre, para ejercer sus funciones psíquicas; así debe ser libre también para el ejercicio de las que le son inherentes como ente racional, sociológicamente considerado!"

"La idea de esclavitud es una de tantas aberraciones del cerebro humano", decía Voltaire.

Cuando las masas colectivas sienten la desgracia de ser oprimidas por un gobierno, que pisoteando, envileciendo, el cuerpo de leyes, que deben regirlas, se levantan en forma antagónica de la "voluntad colectiva"; entonces, los pueblos evolucionan; buscando ese equilibrio que los suba al nivel que la justicia, el derecho, la ley y la moral social, exigen para satisfacer el capítulo de "la libertad del hombre".

En nuestra Historia Patria, eso es lo que ha pasado con estos últimos sacudimientos sociológico-políticos, que han conmovido a la sociedad mexicana.

Una época de abyección inexplicable, de un servilismo que avergüenza, de una pasividad que degrada, de un mutismo que envilece y de una indiferencia tal que formara el más acabado contraste con la idiosincrasia mexicana, poniéndonos de relieve la más refinada "burocracia" que jamás se haya visto en la república, fue la que tuvimos durante la permanencia de la "dictadura" de Porfirio Díaz.

¿A qué se debieron esa abyección, servilismo, pasividad, etcétera? La sociología y la historia os responderán que son fenómenos que se observan en los pueblos, pero cuyo origen no está a la portada del espíritu humano el conocerlo, pues las causas escapan a nuestra vista; los efectos sí quedan dispuestos para el estudio del hombre. La naturaleza (ha dicho el filósofo francés, Proudhomme) jamás se deja sorprender en cuanto al "ORIGEN" de las cosas, por la mirada escudriñadora del hombre.

Al transcurso de un periodo de más de 30 años, soportando un yugo ignominioso, muy ignominioso para el pueblo mexicano; cansado ya de toda clase de abusos; de vejaciones; de trasgresiones a las leyes; de conculcaciones a la justicia; de burlas al derecho, y, sobre todo, de ataques a las "garantías individuales" y a la "vida del hombre"; ¡ese pueblo mexicano! que tanta sangre ha derramado para implantar sus instituciones, deseando conservar su significación democrática para honra y prez de él mismo, comprendió que era necesario evolucionar, que la reacción político-social era precisa para quitar del poder público nacional a un hombre que, como Porfirio Díaz, con todos los elementos que le rodeaban, hundían a la nación en el desprestigio y en la ruina; con descaro a la vez, de asegurar en todos los tonos oficiales que estaba en el apogeo del progreso, bajo todos puntos de vista.

La tensión del espíritu público había llegado a refus, es decir a su colmo, y baste la más ligera insinuación para unificarse la "voluntad general", exigiendo su derrocamiento.

Surgió, pues, la Revolución de 1910. Su carácter de "contemporánea", habiendo pasado con todo el componente de sus detalles a la historia, nos evita el trabajo (que resultaría redundante) de repetirlo aquí; pero hay apreciaciones de otro género, en las que tenemos de entrar para saber si, establecido el régimen del gobierno de Madero como sucesor del de Díaz, el pueblo mexicano vio realizados sus ideales y satisfechas sus inspiraciones con los mandatarios que produjera la epopeya de 1910: o fue todavía preciso continuar el efecto evolutivo hasta lograr el equilibrio sociológico-político que anhelan todas las sociedades libres de la Tierra.

Desde luego, impónese la necesidad de estudiar, aunque sea someramente, la personalidad pública de Francisco I. Madero.

Un hombre, como él, creado en un medio, diametralmente opuesto al que se desarrolla en el ambiente político, apocado de "voliciones", flaco de ideas, no era el tipo llamado a regir los destinos de una nación que acababa de salir del desequilibrio de su época consuetudinaria, entrando al periodo de convalecencia política, delicadísimo por cierto porque es cuando se tienen que conciliar, que prudenciar multitud de circunstancias y factores de índole muy variada, por cierto, para buscar el equilibrio de su estabilidad social y política.

Con tales deficiencias, Madero resultó el apóstata de los ideales y principios juramentados, produciendo el "cisma" entre los suyos. Estas circunstancias determinaron un descenso en los "bonos" de su estimación pública; y, evidenciado así, Madero resultó un "cero social" y un "cero político" sin otra aureola que la que formaran el "nepotismo" y la descarada "burocracia", a cuyos menguados círculos impartía cínica protección.

La inaudita violación de todos los compromisos contraídos con los suyos, es decir con aquellos elementos que lo habían ayudado y secundado para haberlo llevado a la primera curul de la nación, determinó la Revolución que, todavía hoy, devasta y aniquila a nuestra pobre patria.

Esta Revolución encarna, es decir sintetiza, en la persona del general Emiliano Zapata, personalidad de curia humilde sin pretensiones, sin vanidades; no le afecta el "mareo" que produjera la desenfrenada pasión de "mando" (que arraigada en otros corazones y cerebros, ¡tantos males ha causado a la patria!), no está tocado del nefasto devaneo de desempeño de "altos y productivos puestos públicos" ni su corazón ni su cerebro sienten la nostalgia de llenar sus arcas con los dineros que corresponden al "erario público", porque comprende que pertenecen a sus conciudadanos; en una palabra: se nota, a natura, que precisamente por esa humildad que constituye su tipo genealógico es el llamado para haber asumido, ante sus conciudadanos, la delicadísima significación que implica la "jefatura" de la causa que representa la Revolución en el sur y centro de la república. En todos los fenómenos que se relacionan en la "vida", con la existencia humana, se nota, y, se ha notado siempre que la "suerte" en toda ocasión ha echado mano de los tipos más humildes para aquellas cosas que son de colosal trascendencia y significación.

En la política, en las letras, en la religión, en la ciencia, en todas las arterias (permítaseme la expresión) mundiales que tocan de alguna manera la existencia humana siempre se ve de sentimientos de "indignación" al ver la clase de monstruos que, fingiendo ser patriotas mexicanos, se apoderan del poder público, sin otra divisa que la de enriquecerse en compañía de sus satélites, asfixiándose, de paso, con el incienso que causara el "vértigo" de haber llegado a las altas curules, los que antes han pasado su vida en calidad de "reptiles" de la política callejera.

El vulgo ha dado a la voz "zapatismo" una inteligencia y una significación, que la prensa venal y abyecta le ha sugerido; esa prensa cuya labor antipatriótica e infame se reduce a no abandonar el "mostrador", donde radica su campo de especulación, importándole muy poco o nada llenar debidamente la noble misión del periodismo, cuyos reales deben sentarse en la "verdad" por la "verdad" y sólo para la "verdad".

Pero para qué pensar en que se llene un cometido como ése, tan alto en significación, cuando tropezamos con el detalle de que los que dirigen la materia forman un personal enteramente deficiente tanto en lo intelectual como en lo moral, fin personal en cuyos corazones anida la pasión del "dinero", con todos los adyacentes de bajeza y adulación que forman el cieno de ese grupo social encargado de la dirección de la prensa, subentendiéndose, por supuesto, las honrosísimas excepciones que existen, como en todas las cosas de la vida.

Por eso no es raro que esa prensa haya hecho de la voz "zapatismo", el sinónimo de toda clase de crímenes y negruras; no obstante, que hay una prueba de carácter netamente filosófico, que destruye esa innoble tendencia de la referida prensa. He aquí la prueba: si efectivamente fuera cierto que las fuerzas insurgentes han cometido y cometen los atentados y depredaciones que les atribuye la prensa, todos los pueblos, todos los lugares donde operan y han operado ellas mismas, hubieran sido los primeros en haber cerrado sus puertas no favoreciéndolas con la entera aquiescencia con que las favorecen hasta el grado de que todos aquellos que materialmente no se hallen con las armas en la mano, moralmente, sí pertenecen de todo corazón a la causa de la Revolución. Esta circunstancia es tanto más cierta que, a pesar de que (como es público y notorio), no teniendo desde el jefe principal hasta el último de los soldados, sueldo ni emolumento de ninguna clase, han podido sostenerse durante tanto tiempo, sin cometer el menor acto arbitrario o atentatorio, sin pedir forzosamente ni dinero ni víveres, a nadie; absolutamente a nadie.

Nada más fácil que penetrarse de la verdad de esto último que acaba de decirse, pues están a disponibilidad de todo el mundo los pueblos enteros, a quienes puede interrogárseles sobre el particular.

Esos mismos pueblos podrán decir qué clase y cuántos actos de carácter "delictuoso" han cometido las ya citadas fuerzas insurgentes. El orden y el respeto a la sociedad entera están perfectamente asegurados en todas las "zonas" (vastísimas por cierto) ocupadas por ese elemento insurgente.

En cambio: estableciendo un parangón con los desmanes de las fuerzas del gobierno, esto resulta abrumador, espantoso, capaz de entristecer los corazones más empedernidos.

La descripción de los detalles que componen esas depredaciones pertenece al campo de la historia; aquí, las apreciaciones de un carácter puramente filosófico deben pesar, en la balanza de la moral, la significación de esos males sociales.

Un ejército que, con el carácter de "armada nacional" sale de la senda de sus deberes, y se consagra a cometer incendios, latrocinios, homicidios (con los detalles más espeluznantes), estupros, violaciones, etcétera, es un desdoro, es una ignominia, es un descrédito, es una deshonra para la patria en que debiera prestar sus servicios como guardián del orden y asegurador de las libertades públicas.

En rigor de apreciación, diremos: no hay un solo hecho "CONCRETO" de criminalidad, que honrada y justamente pueda imputársele al ejército libertador insurgente. [¿Esto bene]ficia realmente al pueblo, con ello? ¿No ha quedado siempre burlado; escarnecido, el pueblo cuando, a raíz del triunfo de tal o cual revolución, se encumbran los que la acaudillaron, olvidándose de ese pobre y sufrido pueblo cuando se hallan ya en las alturas del poder? Por eso es indispensable, definir los ideales y principios que se persiguen en los movimientos evolutivos, definidos éstos por todos los grupos disidentes, se asegura la "unificación" del " Credo político " ; asegurada ésta, sólo así se está en actitud y en aptitud de congregarse para acordar y sellar con "VALIDEZ" todo lo que convenga, en beneficio de los intereses de la colectividad nacional mexicana.

Reunidos así, con el carácter de "CONVENCIÓN NACIONAL REVOLUCIONARIA" debemos preocuparnos, no sólo del cambio de gobierno sino también de todo aquello que, en la legislación establecida, se liga o relaciona de algún modo directamente con la "idea" de beneficiar realmente al pueblo. Asegurados estos "factores", la razón indica que queda asegurada plena y definitivamente la paz.

Precisamente por estas reflexiones, la revolución del sur y centro de la república se preocupa de resolver en su oportunidad, los dos factores de orden sociológico-político que se relacionan tan directamente con el pueblo mexicano, a saber: el "problema agrario" y el "problema de la unificación obrera", o sea: el diviso agra y, el o pera agenda de los romanos, quienes por tantos años sufrieron enormes convulsiones en el seno de sus instituciones cívicas tratando de encauzar estos factores en la corriente de su sociología política. No hay que hacerse ilusiones de que sólo la indicación o voluntad de alguno o algunos de los grupos revolucionarios, sea bastante para contratar la paz, de tal o cual manera; ¡no señor!, es necesario, es más que preciso, la reunión de todos los elementos revolucionarios del país (pero llenando los requisitos de que se ha hablado ya) para que todos contribuyan al acuerdo pleno para decidir sobre los intereses de la patria.

Hoy, más que nunca, la patria nos llama para la defensa de sus instituciones y su autonomía; hoy, más que nunca, debemos unificar nuestros sentimientos y con ellos, nuestra "idea", para que resulte, en ese sentido, una realidad, los pensamientos del gran Tolstoi, pues son poquísimos los cañones del tirano Huerta para resistir nuestro empuje en el sostenimiento de nuestro "credo", que implica todas las tendencias de alto civismo, de salvar nuestra significación política, destrozando el oprobioso yugo con que pretende atarnos a su dictadura ad perpetuam.

La revolución del sur y centro de la república, como siempre desde que está en la lucha, no cesará un momento hasta obtener la realización de sus ideales y el establecimiento de sus principios en beneficio exclusivo del pueblo mexicano.

Campamento Revolucionario, en Morelos, julio 21 de 1913
Reforma, Libertad, Justicia y Ley
El general
Otilio E. Montaño
[rúbrica]

[ 1 ] El general Gildardo Magaña, revolucionario preparado, también se preocupa en su obra de los problemas trascendentales del zapatismo: "La razón histórica y filosófica de la revolución agraria -nos dice-, que tuvo como pendón el Plan de Ayala". Gildardo Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, 5 v., México, Ruta, 1952, v. V, p. 91.

[ 2 ] Gildardo Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, 5 v., México, Ruta, 1952, v. V.

[ 3 ] Gildardo Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, 5 v., México, Ruta, 1952, v. I, p. 205.

[ 4 ] Gildardo Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, 5 v., México, Ruta, 1952, v. III, p. 294.

[ 5 ] Gildardo Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, 5 v., México, Ruta, 1952, v. II, p. 217.

[ 6 ] Gildardo Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, 5 v., México, Ruta, 1952, v. III, p. 90-91.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 2, 1967, p. 185-196.

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